Soy maestra y tengo fibromialgia.
Si, ya se que, en principio, no parece que tenga mucho que ver, pero claro que lo tiene.
A veces, cuando me da un brote, éste último especialmente duro, no puedo prácticamente andar, tengo un dolor muy intenso en todo el cuerpo y estoy «de bajón». Y estoy en clase.
Y el alumnado ve cómo estoy, y en esos días se portan genial, son muy atentos/as y hacen todo lo posible por que me encuentre mejor.
Sin embargo, esta semana ha ocurrido algo inesperado…
-Profe, parece una viejita con tantos dolores de espalda.- Me dijo un alumno.
– Es que tengo un secreto, os he contado una mentira, os digo que tengo 30 años, ¡pero en realidad tengo 90!
Entonces, toda la clase empezó a decir: ¡Mentira! hubo risas, un poco de jaleo, incluso alguna que dudaba: profe, ¿de verdad tienes 90 años?…hasta que uno dijo:
-Eres como el viejo Marvin, el del Maravillo mundo de Gumball.
Empezamos a partirnos de risa, y busqué a Marvin en el ordenador.
-Es que soy una viejecita…
-¡Todos somos viejecitos como tú, profe!- decían, y empezaron a hacerse los viejecitos…ya sabemos que hay bromas que dan para horas…( el abuelo de Los Simpsons y el Señor Topo también «visitaron» nuestra clase en ese momento).
-¡¡¡Somos la clase de la 3ª edad!!! Dijo el primer alumno al que le recordé a una viejecita. Aquella broma causó furor, porque somos de 3º, claro.
Entonces alguien dijo algo de tener en lugar de lápices, bastones, y de repente alguien le contestó: ¡lápices con forma de bastones!… así que ya no pude más y dije…
¡Guardamos todo!
Sacamos las cartulinas, las tijeras, los pegamentos…¡todo! y cada uno/a hizo su propio lápiz-bastón, puso su nombre, yo dibujé a Marvin…bueno, aquí viene al pelo eso «una imagen vale más que mil palabras»:
Les encanta nuestra puerta y nuestra clase.
En algún momento llegué a dudar de si era «apropiado», pero, de manera egoísta, os digo que esa tarde me devolvió la energía que tanto necesitaba, y aunque el dolor no se había ido, la ilusión y la alegría del trabajo de toda la clase, las risas, la unidad del aula, fueron una inyección de energía y un empujón más para seguir adelante.
Cuando terminamos, dijeron: «Somos todos bastones» y yo les dije: «si para ayudarnos entre todos».
Alguien dijo: «Tú eres Marvin y nosotros tus bastones, nosotros te ayudamos».
Os hemos emocionado ¿eh?
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